Hay un antes y después en la historia del rock nacional argentino luego de aquel 30 de diciembre de 2004 en el cual cientos de almas perdieron su vida en un show en el cual sólo pensaban disfrutar y divertirse, como en el resto de los rituales rockanroleros que se suceden recital tras recital.
194 chicos fueron víctimas de la irresponsabilidad, la falta de control y vaya a saber cuántas faltas más que caracterizan a nuestra paupérrima sociedad argentina.
En este tiempo, se buscaron culpables a quienes acusar de tantas muertes, se ha polemizado demasiado sobre el tema y las personas involucradas en él, pero el hecho fue irremediable y las pérdidas irreparables.
El 5 de agosto pasado tuve la suerte de presenciar el recital de Callejeros en el estadio Orfeo, el primero que se realiza después de la tragedia de Cromañon en un lugar cerrado, y es muy difícil explicar lo que sentí en ese momento: al principio, adrenalina y ansiedad; durante el show, una mezcla rara de alegría y tristeza; y al final ganas de congelar ese momento siempre y revivirlo cuantas veces quiera.
No hubo referencia a ellos, los “invisibles”, no hizo falta, porque todos sabíamos que estaban ahí, en la voz del Pato Fontanet, en el pogo de la muchedumbre, en las letras de las canciones y en los corazones de cada uno de nosotros…
Fuente de la imagen: www.diariohoy.net
viernes, 7 de septiembre de 2007
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